martes, 25 de marzo de 2008



CONFESIONES DE UN HOMBRE REPTIL POLITICAMENTE INCORRECTO, DE OIRAM ZURC.
Por: Guadalupe Franco
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Una obra que sin dudad agradará los más pérfidos recuerdos del exorbitante latir del la sociedad, a través de un recorrido por los laberintos que envuelven la locura, la furia, el dolor y la doble moral que encausa las páginas de éste ejemplar. Desentono apócrifo de la anomia colectiva de la civilización en la cuidad de México.

La trama vanguardista, que bien estructurada te hace sentir el lugar y la agonía de los actos de autoridades y de la perspicacia de los medios de comunicación para trasladarte a ese hábitat de estupidez, los cánticos embellecedores de bosquejos que anuncia la perdición del alma, como en aquella pesadilla producto de la realidad cuando nos encontramos frente a las puertas de marfil junto a toda clase de alimaña como aquella imagen que despierta después de la noche tétrica.

La ironía, metafísica resonante de la penosa vida de algunos anhelos despojados de las estruendosas palabras, que sin fin común persiguen la transcurrida programación televisiva, tirada del espejismo entrecruzado de la falaz concepción estilo “rosa tragable”, la sátira continua con el cambio constante, Oiram hace uso de la herramienta de escritor para en algunos momentos cambiar la escritura, los juegos de tiempo en la estructura incrementan la trama y la desahogan para dar respiros.

La estructura es accedida por un balaje entre los sentimientos propios y afanes de la humanidad dándolo un volcó a esta temática producto concebido por los dogmas religiosos, una ciudad desmembrada y regenerada a partir del adoctrinamiento, preludió del los frailes y jesuitas. La religión al estilo Nitzche “la muerte de dios”, se hace presente en el relato, que junto a los filósofos que propugnan el hedonismo se mezcla la tortura del Márquez de Sade y otras alucinaciones metamórficas producto de la inspiración putrefacta de la bestia mefistofélica de la decadente civilización.

Escenarios que si eres de los que degustan de la vagues en las calles del Distrito Federan con facilidad te abrirá paso y recreara la escena sangrienta, que como perpetúate proyección de adolescentes recorridos te encadenan al relato, el exquisito lúdico de la etología protubera la razón y te haces poseedor de los placeres más viles de un retorcido método incongruente para la eminente célula operativa al sur del cuerpo.

No es una causa sin aparentes consecuencias las que desborde este relato, que bien para unos resultaría un proemio de una literatura de mística ficción, quizás una falacia entre el resultado complejo que le ha atribuido los conceptos metafóricos de una sociedad quebrantada entre los altos juicios subjetivos y la ausencia de la razón.

Oiram Zurc bien podría traducir las palabras de la película de David Fisher, Club Figth -el pegarte plumas en el trasero no significa que seas un pollo- o aquella repulsiva costumbre de adquirir cosas materiales que al final te convierten parte de ellas, los objetos toman posesión de ti.